lunes, 27 de julio de 2009

10º. POR FIN GALICIA

Primero de julio de 2009. Hoy hemos empezado cuesta arriba desde Rabanal del Camino hacia la Cruz del Ferro pero, como hemos desayunado bien, vamos como motos. En la subida coincidimos con dos jubilados sevillanos pero afincados en Gerona con los que vamos charlando entre nubes de moscas que nos agobian. Resulta que estos dos ciclistas veteranos van sin equipaje porque el cuñado de uno de ellos lleva coche de apoyo y los espera en cada pueblo sentado comodamente acompañado de una cervecita y una tapa. Lo encontraremos en Ponferrada y en Villafranca del Bierzo y cuando nos ve siempre nos pregunta ¿como va mi cuñao?.


La Cruz del Ferro es un sitio enigmático del camino. Se trata de un madero de unos cinco metros en cuya parte más alta tiene una pequeña cruz (digo yo que será de hierro) de unos 50 cmts. El madero está sobre un montón de piedras como una pequeña colina y alrededor de las piedras te puedes encontrar todo tipo de objetos como llaveros, monedas, muñecos, papeles manuscritos, fotos, etc. Se dice que el peregrino ha de traer una piedra desde su lugar de origen hasta aquí, donde la arrojará, no se si para liberarse de algún tormento o en espera de cumplimiento de algún deseo. Yo creo que el que no coge la piedra de los alrededores, como mucho la trae desde Rabanal. Yo la cogí de la base del montón y la lanzé a lo alto (y era de buen tamaño), con lo cual no sé si seré premiado o castigado.






La bajada desde la Cruz de Hierro hasta Molinaseca se hace por la carretera para los que vamos en bici. Aquí se adormece el espiritu del Camino y renace el deportivo, pues la bajada es IMPRESIONANTE, pudiéndose coger alrededor de los 60 kms. por hora en algunas zonas. Esa velocidad para una bicicleta de montaña, es mucho, pero se disfruta porque la carretera apenas tiene tráfico.








Molinaseca es un pueblo muy bien cuidado, se van notando los aires de Galicia aunque aún estemos en el Bierzo. Merece la pena atravesar por su puente y cruzar el pueblo y, si es hora apropiada y el tiempo lo permite, un baño en las aguas limpias de su rio, apresadas a modo de piscina.


De aquí llegamos a Ponferrada, donde es imprescindible visitar el Castillo de los Templarios. Bueno, lo que se pueda visitar porque a nosotros nos dijeron que no se visita el interior. La chica de la oficina de turismo nos dijo que eran las fiestas de Ponferrada y, que el que quisiera se podría apuntar -previo pago de una buena cantidad de euros- a una cena que se hace en el Castillo, donde la gente va disfrazada de época (de la época medieval claro está). Nosotros más humildes y menos medievales, descabalgamos de nuestro caballo metálico y sentados en un parque nos dimos un festín de sandía, kiwis y plátanos. Eso sí, con las manos, igual que aquellos caballeros comían. Nos vamos de Ponferrada y a la salida nos encontramos con el cuñao y compañía sentados en una sombreada terraza saboreando unas cervecitas: ¡vosotros sí que sabeis!.


Entre viñedos llegamos a Villafranca después de pasar por Cacabelos donde Javi tuvo un repentino recuerdo de haber estado allí años atras. En Villafranca del Bierzo, -ahí está el cuñao sentado en la terracita del bar de la plaza: ¡hombre cuñao! ¿cómo va mi cuñao?, bien, va bien, vienen un poco más atrás- con un impresionante calor conseguimos comprar algo de pan, queso y bebidas justo a la hora que cerraban la tienda, y en un parque (creo que nunca he estado tanto tiempo en los parques desde que era joven) nos tumbamos, comemos, bebemos y dormimos.


Como éstos no se deciden y a mí me dan las prisas, les digo que yo voy tirando y ya nos vemos luego. A los cien metros pinchazo, vuelta al parque y risas. Reparación de pinchazo y por fín nos vamos los tres por la antigua nacional. Nos habían dicho que subieramos a O Cebreiro (la puerta de Galicia), por la antigua carretera nacional, pues el Camino resulta impracticable para las bicis y que, al haber construído la autovía, aquella apenas soporta tráfico. Tenemos la suerte de que ese día está cortado un tramo de autovía, asi que vamos como unos diez kilómetros entre camiones, furgones, furgonetas y coches.


A la altura de Vega de Valcarce, un paisano nos indica que vayamos por La Faba porque la distancia a O Cebreiro es menor que por la nacional. Mis compañeros opinan que sería bueno hacerle caso al señor, y yo, me encabezono y digo que a mí me ha dicho mi amigo Pakito que por la carretera nacional, y que yo me voy por ahí. Javi y Rubén me dejan por imposible y nos vamos los tres por donde yo digo. Tengo que reconocer que me equivoqué, como tantas otras veces, pues aunque la subida fué tranquila ya que el tráfico rodado volvió a la autovía, tuvimos que llegar casi exhaustos a Piedrafita do Cebreiro y desde aquí ya, sin apenas fuerzas y con el ánimo desencajado otros cinco o seis kilómetros hasta O Cebreiro, donde al llegar nos encontramos que no hay sitio en el albergue. Posteriormente he averiguado que la subida a O Cebreiro se hace por donde decía el paisano: desde Villafranca se va por la antigua carretera nacional que, en muchos tramos tiene carril para bicis, hasta Ruitelán. Desde aquí ya por el Camino, hasta la Faba y en este punto debe haber un cartel en el que indican una subida para los caminantes y otra para los bicigrinos.


Nosotros desde O Cebreiro tuvimos que retroceder dos kilómetros por el Camino hasta Laguna de Castilla donde encontramos alojamiento en un albergue privado magníficamente atendido por dos chicas, que dan un trato estupendo, un alojamiento muy limpio, nuevo y una buena comida.


Creo que este día fué uno de los más agotadores de todo el Camino, faltándome muy poco para que me hubiera dado una pájara (término ciclista con el que se designa un estado físico en el que te quedas absolutamente agotado).

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