sábado, 18 de julio de 2009

6º. LA FAMILIA Y UNO MÁS

Salimos temprano de Azofra, con un croisant y un café, a pedalear por esos campos donde la vid deja paso al cereal. Antes de llegar a Santo Domingo de la Calzada, a su paso por Cirueña el Camino rodea un campo de golf. Es lamentable. Si hay algo que desfigura nuestros campos y pueblos hasta el punto de convertirlos en un adefesio lamentable son estas instalaciones y sus colonias de chalets que los rodean. Creo que es suficiente el perjuicio estético y cultural para oponerse a ellos sin necesidad de comentar el derroche de agua, el uso de pesticidas, la especulación del terreno o el gasto energético que conllevan. En fín pasemos un estúpido velo pues dan ganas, como decía Javier de soltar una piara de cerdos en medio del green.

Como para reconfortarnos del ánimo dañado, entramos en Santo Domingo de la Calzada. Lugar como pocos. No sólo es belleza estética, es la historia condensada en cada piedra, es el cielo que se funde con la torre exenta, de su catedral, son sus plazas y sus adoquines que hacen que te sientas a gusto sólo por estar aquí. Hasta el desayuno fructívoro que nos tomamos en un banco nos sentó de maravilla pues el entorno, ayuda a la digestión. Antes de marcharnos de Santo Domingo, obligada visita al taller de bicis, pues los kilómetros de Camino van haciendo mella.

Creo que fué en Redecilla del Camino donde encontramos a Paco. Al pasar junto a una fuente, cogiendo agua hay un chavalote con unas piernas como columnas dóricas que lleva puesta una camiseta de los bomberos de Jaén. Antonio, que también le da a la manguera allá por Rincón de la Victoria, se le acerca y rápidamente entablan conversación. En pocos minutos el trío calaveras se convierte en un cuarteto de carnaval. Con un rollete más que bueno nos metemos en Belorado, encontrándonos de pronto en el medio de una boda. Allí que nos hubiéramos quedado si no fuera porque todos iban tan guapos y tan arreglados que nosotros a su lado, con nuestras ropas ajustadas y cantarinas, nuestros sudores y nuestro polvo caminero no pegábamos ni con cinta americana.

Hoy comemos creo que en Villambistia y, aunque comemos bocatas, somos muy bién atendidos por el hospitalero y dueño del bar. Como no tiene suficiente pan y los bocatas le salen pequeños, nos regala una tortilla en compensación. Buen trato y buena charla.

La sobremesa por los Montes de Oca se hace agradable: mucho roble y mucho helecho amenizado por alguna caída de Paco sobre un jardín de ortigas. Al final de los Montes se encuentra San Juan de Ortega con una fuente de las que dan agua que no te cansas de beber. Parada fisiológica en San Juan a la sombra del Monasterio con coro de moscas zumbando alrededor.

Y de San Juan a Atapuerca, donde llegamos tarde -como siempre- y ya no hay nada que ver. A mi que me hubiera gustado ver las excavaciones declaradas por la UNESCO "Patrimonio de la Humanidad". Así que los cuatro de cromagnon (o cromañón si prefieres), los homo-erectrus cuando bajamos de la bici, nos encaramamos a ella y nos subimos el alto con su cruz de madera, que nos va a dejar directamente en Burgos.

Burgos está de fiesta, así que pasamos de albergue y, con mucho recelo nos metemos en el Hostal Victoria (el portal de lo más cutre pero luego no está tan mal). La mujer del hostal nos recomienda cenar en El Morito, acierto total y después fuegos artificiales sobre el río, gin-tonic en el casco viejo, al lado de la Catedral (ahora que me acuerdo, ni entramos en la Catedral ¡perdona Antonio!) y después a la cama que el cuerpo ya no aguanta más.

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