jueves, 16 de julio de 2009

4º. EL REINO DE NAVARRA

25 de junio de 2009. Como anoche cenamos tan ricamente, hoy empezaremos desayunando de la misma manera. Pamplona es conocida por su fiesta, por los encierros; pero que no se olvide que la cocina ocupa un papel primordial en su cultura. Después buscamos una tienda de bicis, pues yo tengo problemas con una rueda. Javier empieza a tener lo suyo con las alforjas, pues le han saltado las pinzas con las que se sujeta al transportin de la bici, todo ello por no bajar los escalones como Dios manda. Solución: bridas de plástico; se comprará un paquete de cien y tendrá para todo el camino, pues cada vez que quita las alforjas, tiene que cortar las bridas y al día siguiente colocar unas nuevas.


Después de todo ésto, paseo por Pamplona, foto en la curva de la calle Estafeta, donde los únicos cuernos que por ahora se ven son los de nuestras bicis. Total, que al final acabamos saliendo de Pamplona a las 12.00 h.















Buscamos el Camino que nos subirá al Alto del Perdón, con sus famosas esculturas de peregrinos. Subir a esas horas, con un sol de justicia, al dichoso Alto es una temeridad absoluta. Y si no, que se lo pregunten al alemán que se quedó en el intento y al que a la entrada de Zariquiegui le dedicaron un túmulo funerario, de donde brota un roble con el que el difunto ofrece sombra y sosiego a los que seguimos sus pasos, para que por él, lleguemos a la cima.
En la cima, fotos de rigor, cual turista japonés, y justo en ese momento comienza a soplar el viento que agita los aerogeneradores que ya no faltan en ninguna sierra de España que se precie.

Digo yo, que por qué no bajamos por carretera, que me dijo mi amigo Pakito, que el Camino se las trae, de las piedras que acumula. Ni puto caso, antes de que termine de hablar, estos dos ya están lanzados cuesta abajo, así que tiro tras ellos. No os podeis imaginar el dolor de manos -y de culo- cuando llegué abajo. Ahora que, llegados a Uterga, nos metemos en el mesón, donde la mesonera alivia nuestra sed a base de jarras de cerveza.
Salimos de Uterga recién comidos y recién bebidos hacia Puente La Reina, pero no llegaremos muy lejos, debido a que -sin aventurar la causa- Antonio se sale la senda y se mete de lleno en un trigal. Esto hace que nos detengamos a la sombra de una iglesia y, con paz divina nos echemos estupenda siesta a la sombra de sus muros.
En Puente la Reina, fotos y sellado de credencial. Un tramo del Camino pasado este pueblo, ha sido borrado por la autovía, desviando el mismo por la vía de servicio, con unas rampas del demonio, a quien recomendamos tenga en cuenta a los autores de tal fechoría.
Continua el Camino sin nada que resaltar salvo otro monumento funerario a una peregrina atropellada que tampoco pudo abrazar al santo.


Llegamos a Estella (o Lizarra si se prefiere) tan cansados que nos quedamos en el albergue municipal aún sabiendo que tenemos como hora y media para ducharnos, hacer la colada y cenar.

Poco tiempo, pero lo conseguimos y nos sentamos en el patio del albergue, relajados a poder escribir algo. No tarda en llegar el hospitalero cabreado y echarnos en cara que somos muy mayores para tener que llamarnos la atención por estar en el patio y no en la cama, a pesar de que estábamos en silencio y que otro hospitalero más benevolente, nos había permitido quedarnos en silencio. Esto es como el poli bueno y el poli malo de las películas.
Bueno, se acaba el día y el ritmo es estresante, pienso que no podemos seguir así, pues esto no es lo que yo había planeado.

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