jueves, 30 de julio de 2009

13º. AL FINAL DEL CAMINO

Sábado 4 de julio de 2009. Última etapa. Nos quedan algo menos de 20 kilómetros para llegar a Santiago de Compostela. Decido ir solo, así que me retraso voluntariamente, voy con mucha calma, muchísima, quiero disfrutar de estos tramos finales, empaparme de aire húmedo y verde. Hay tanta gente caminando que es dificil encontrar un tramo en el que no te encuentres con nadie. Incluso veo a algunas personas llorando de emoción.


Debo estar muy cerca ya, porque los aviones pasan por encima de mi cabeza, es el aeropuerto de Lavacolla. En estas, sin darte cuenta llegas al Monte do Gozo, que inauguró el anterior Papa. Foto con monjitas y otros bicigrinos y cuesta abajo a entrar a Santiago. En un pis pas llegas a la Plaza del Obradoiro y a la Catedral.


Lo primero que hacemos es dirigirnos a la oficina del peregrino. Atamos las bicis dentro, en el interior del portal que tiene sitio para ello y nos ponemos a la cola que en esos momentos llega casi hasta la calle. Tendremos mas o menos una hora de espera. Cuando llegas al primer piso te situas ante el mostrador donde te preguntarán si el motivo de tu viaje es o no religioso. Dependiendo de tu respuesta te entregarán la llamada Compostelana o un certificado de haber concluído el Camino. La diferencia entre uno y otro es que aquella está en latín (incluído tu nombre) y ésta en simple castellano.

Si te da tiempo y quieres te vas a la misa de 12.00h. donde se citan a aquellos que han llegado ese día. Pero se cita origen y lugar en el que se ha empezado, no se nombra a nadie (ejemplo: han llegado tres de Madrid desde St. Jean Pie de Port en bicicleta, etc.). Si quieres ver el botafumeiro tienes que tragarte la misa porque hacia la mitad de la misma impiden el paso a la Catedral.

La bici la podeis dejar atada en el portal de la oficina del peregrino, pues no cierran hasta las nueve de la noche. Para todo aquel que no lo sepa, le informo de que existe un restaurante muy cercano, con gran fama: Casa Manolo. Es el lugar donde te puedes dar una buena comida a un precio como no encontrarás otro. Preguntad por él. No os defraudará.

Nosotros comimos los tres allí. Los tres que habíamos llegado a Santiago juntos: Javier, Rubén y yo. Me despedí de Rubén nada más comer y bajé con Javier al hotel donde me hospedaba a la espera de que llegaran mi mujer y mi hija con las que había quedado en Santiago. Javier me dijo que iría hasta Finisterre y a la vuelta volvería conmigo a Madrid, pero cuando le llamé para regresar resulta que ya estaba en Manzanares el Real, provincia de Madrid, su pueblo, del que tendría nostalgia.

Aqui acaba mi relato. Pero este no es un punto y final. Sólo es un punto y seguido. La experiencia del Camino es muy gratificante. Sigo pensando, como cuando empecé, que el Camino se va haciendo a medida que lo pisas o ruedas, que lo palpas o lo hueles, que lo sudas o lo dueles. Sea cual sea el motivo que te lleve, la sensación que te quede, seguro que no te defrauda.

Julio de 2009


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